miércoles, 27 de agosto de 2008

Orgullo de Veleta


Mis amigas me dicen que soy veleta porque, hasta hace un tiempito, sostenía firmemente la idea de ser madre joven, veinteañera, bien diosa y prueba de inmune erotismo y, por estos días, autoproclamo con fervor los postulados de Simona de Beavoir sobre la anti-maternidad en un mundo signado por el caos y la violencia. Y me incumbe mucho la crisis de la humanidad.

Para qué traer a un hijo a esta tierra tan superpoblada, en la que abundan miles de niñitos pobres, con hambre, huérfanos. Y, en todo caso que el instinto de reproducción aceche a la mujercita, porqué no adoptar un bebé en lugar de seguir procreando en un planeta en que los recursos amenazan con agotarse. Mas aún, teniendo un lugar como China donde ya no hay espacio para nadie más y donde no hay técnica antifertilidad que devuelva resultados satisfactorios. Más aún, existiendo un continente entero como África que se auspicia como la reserva más novedosa para adoptar futuros hijos. Muy glamoroso si son de otra raza, además.

Demos coto a las imágenes románticas de la maternidad placentera y autorealizadora. Sí, obvio que tengo aspiraciones, de lo contrario, no sería un humano pero aspiraciones en primer orden profesionales y personales pero de otra índole a la conocida. Lo que se suele decir, una chica del 2000.
Y está bien cambiar de parecer, no resisto un misero archivo y me hago cargo de los daños y desconciertos que pueden causar mis vaivenes reflexivos. Pero entusiasta y convencida, argumento sobre lo penoso e inmaduro que sería mantener para siempre una única e inamovible postura respecto a los hijos o las relaciones humanas, el sexo, la comida, los gustos, los intereses, la vida. Y si, me responsabilizo, me asumo como madre fundadora del movimiento veletista si es necesario. Y, si ser veleta significa mutar de opiniones tras recientes andares amorosos que se hicieron sentir en mi cuerpo, tras deseos inconclusos y expectativas frustradas. Si es así, yo me aplaudo porque significa estar viva el dejarse renovar a partir de las experiencias. Y si antes amaba no tener tv en el cuarto porque me obligaba a cultivarme en compañia de un libro, hoy puteo porque mis domingos de soledad necesitan una dosis de E Enterianment! en pijamas con la frazada hasta el cuello. Y me dejaba cautivar por el discurso liberador del estudiantado revolucionario pero me topé con Manhattan, subí al Empire State y me fotografíé en la Casa Blanca y, desde entonces, me regocija sin prejuicio la idea del consumo estimulado por las grandes marcas del fashionBusiness.

Antes me angustiaba un mal rendimiento deportivo ahora salgo a la cancha a divertirme. Abandoné la posición de depositar imaginarios de un país mejor ante cada encuentro deportivo que protagonize una selección nacional porque, digamos la verdad, se tornaba frustrante y desalentador.

Solía ser de la clase de personas para las que la vida no encontraba su buen cauce y sentido, hoy no me lo planteo demasiado, me lo tomo light, como la coca que antes no ingería por el grado calórico que contiene. Ahora mi universo es enteramente amiguero, como nunca dejó de serlo, pero que, como nunca antes, cumple de maravillas con la promesa de no hacerme sentir tan sola en este mundo drástica y felizmente cambiante.